¿Un Nobel de Broma? – El Historiador

En la era actual, con la globalización y la conectividad desarrolladas al máximo, cualquier noticia viaja extremadamente rápido. En segundos nos enteramos como ha salido el partido del conjunto del cual somos aficionados, quién ha ganado tal o cual premio, con quién sale nuestra estrella favorita, o si han subido o bajado los precios de la bolsa. Pero no siempre fue de este modo, tal como puede demostrar nuestro viejo amigo Santiago Ramón y Cajal.

Fotografia de Santiago Ramón y Cajal junto a su firma.

Seguramente todos recordarán la anécdota de Santiago Ramón y Cajal y de su muletilla. Sin embargo antes de contarles la nueva anécdota que he traído para hoy y de la cual también es protagonista quisiera volver a refrescarle la memoria sobre quien era Santiago.

Santiago Ramón y Cajal (1 de mayo de 1852 – 17 de octubre de 1934) fue un médico español, especializado en histología y anátomo-patología microscópica. Obtuvo el premio Nobel de Medicina en 1906 por descubrir los mecanismos que gobiernan la morfología y los procesos conectivos de las células nerviosas, una nueva y revolucionaria teoría que empezó a ser llamada la «doctrina de la neurona», basada en que el tejido cerebral está compuesto por células individuales.

Y justamente este premio nobel que recibió, junto al médico italiano Camillo Golgi, cuyo método de tinción aplicó Cajal durante años, es el centro de la anécdota de hoy.

Reconocida por todos, la honestidad de Cajal es de conocimiento público, valga de ejemplo mencionar la ocasión en que nombrado director del Laboratorio de Investigaciones Biológicas, pidió que le rebajaran su sueldo de diez a seis mil pesetas anuales; o aquella en que rechazó el cargo de ministro de Salud e Instrucción Pública para aceptar el de senador vitalicio por ser gratuito este último; o cuando decidió no asignarle una beca a su hijo como presidente de la JAE « por ser mi hijo», como justificaría. También, gracias a la anécdota que presentamos haces unos meses, sabemos cuál era su relación con sus alumnos y que opinaba el de sus chistes.

Retrato de Santiago Ramón y Cajal, por Joaquín Sorolla en 1906.

Pues, teniendo todo esto en cuenta, resultó ser que cerca de la medianoche del 6 de Octubre de 1906, Santiago debió despertarse para atender al hombre que golpeaba la puerta de su casa. Aquel hombre le traía un telegrama directamente de Suecia. Por dicho medio se le comunicaba al catedrático que había sido condecorado con uno de los máximos honores a los que puede aspirar un científico: Había recibido el Premio Nobel de Medicina ex aequo con Camilo Golgi.

Lejos de reaccionar eufóricamente y lleno de alegría como todos podrían esperar de alguien que ha recibido un Premio Nobel, Santiago solo comentó:

Luego volvió a acostarse en su cama y… ¡Siguió durmiendo! No fue sino hasta la mañana siguiente que verdaderamente se convenció de que lo que decía el telegrama era absolutamente cierto… ¡Una vez que hubo leído el diario!

 

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